
Originalmente los chamanes eran mujeres. La comunidad paleolítica se diversificó en tribus que hablaban diferentes dialectos y durante ese tiempo la palabra chamán adquirió una connotación masculina en el idioma de los tungus, del que derivó el uso actual. Geoffrey Ashe vincula el antiguo chamanismo femenino con la constelación de la Osa Mayor y la diosa Artemisa y cronológicamente lo sitúa en el período paleolítico. Las imágenes encontradas en las cuevas de esta era —mujeres embarazadas que bailan con animales, algunas descabezadas, otras con cabezas de pájaro o enmascaradas, y portan fetiches en los que se aprecian las muescas del calendario menstrual— son las pruebas evidentes de los rituales y ceremonias llevados a cabo en las cavernas. Ashe es muy preciso. Para él el chamanismo no fue un fenómeno individual sino una práctica que realizaba el grupo femenino. Y el poder de cohesión de este grupo estaba vinculado biológicamente a la menstruación y los misterios de la sangre en el nacimiento.
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De acuerdo con Lord Lawrence Durdin-Robertson, la sangre derramada durante la menstruación es fructífera y la reclama la tierra como un «sacrificio» que no exige el tributo de la vida. El movimiento biodinámico agrícola contemporáneo, impulsado por Rudolf Steiner, hace uso de diversas fórmulas y remedios que utilizan las vibraciones de los niveles «etéreos» y «astrales» para cultivar alimentos abundantes y saludables, incluso en condiciones adversas. La comida obtenida de este modo es significativamente más sana y nutritiva que otras comidas, especialmente aquellas que han sido elaboradas con fertilizantes químicos y pesticidas. La sangre menstrual es el abono por excelencia, como han comprobado las mujeres feministas de nuestro tiempo al usarla en los invernaderos con enorme eficacia.
Durdin-Robertson sostiene que para que el ritual y la magia se practiquen con corrección y eficacia, se requiere el concurso de la sangre, de la menstruación porque es la única que se obtiene de forma honrada. Cualquier sangre puede ser usada con fines mágicos, pero la sangre menstrual es más vigorosa que todas las demás y al mismo tiempo es gratuita. Las mujeres antiguas estaban inmersas en un complejo proceso de transformación que incluía ceremonias rituales basadas en sus menstruaciones mensuales. El ocre rojo se utilizaba para pintar exteriormente cualquier objeto que tuviera importancia sagrada, como las estatuas, las pinturas rupestres, las esculturas en relieve, los huesos enterrados en tumbas antiguas, etcétera. Todavía existen pueblos tribales que el ocre rojo es un sucedáneo de la sangre menstrual: el agua mágica de la vida.
Los objetos de mayor antigüedad encontrados son huesos utilizados como calendarios menstruales, en los que aparecen marcados los ciclos lunares correctamente, así como las anotaciones tabuladas de los embarazos y las menstruaciones. Es probable que estos objetos fueran empleados por las antiguas comadronas chamanas. Con anterioridad a la realización de una serie, de pruebas científicas, los investigadores suponían que estos huesos cumplían una función ornamental o en el mejor de los casos representaban los atributos de autoridad («bastones de Mando») que utilizaban los machos dominantes. Pero tras la investigación microscópica llevada a cabo por Alexander Mashack, sabemos que las marcas de los huesos corresponden exactamente a tarjas lunares que encajan dentro de lo que él considera una tradición compleja urdida en torno a la figura creativa de la mujer y toda la simbología que la caracteriza. Marshack asegura que esta tradición se inscribe en un complicado sistema matemático y científico. Toda esta información invalida la visión tradicional que se tenía de la «prehistoria», pues, como señala este autor, el desarrollo de semejante modelo de conocimiento, tan complejo en sí mismo, tuvo que evolucionar necesariamente a lo largo de muchas centurias o incluso de milenios.»
Así, el chamanismo es la religión más antigua en el mundo y se remonta a las raíces matrísticas primitivas de la cultura humana. Geoffrey Ashe sugiere que el chamanismo fue “antiguamente un culto de mujeres que estuvo fusionado, mientras lo estuvieron los pueblos. Cuando las tribus se separaron y dejaron de tener contacto entre sí, pasó a manos masculinas”.
En antiguas culturas de adoración a la Diosa la comunidad entera participaba en rituales de sanación, danzando, cantando, amándose juntos, sin necesidad de chamanes individuales. Más tarde, cuando estas tempranas culturas fueron fragmentadas y desconectadas, perdiendo la Diosa su poder unificador, llegaron las enfermedades a ser predominantes y se necesitaron los sanadores individuales. La actividad religiosa fue separada de lo secular. Ciertas personas expresaban más que otras estos poderes mágicos y arcaicos, particularmente algunas ancianas que llegaron a ser conocidas como brujas y algunos ancianos que se conocieron como chamanes. Aunque había chamanas y brujos estas palabras se dividieron por género en la típica asociación patriarcal de “bueno” (chamán masculino) y “malo” (bruja femenina).
Los dos tipos de sanadores forman parte del mismo poder, sin embargo, su status es muy diferente en la mayoría de las culturas. Los millones de mujeres masacradas durante la Edad Media en Europa fueron frecuente y específicamente acusadas de poseer habilidades médicas y obstétricas. Aunque fue la iglesia cristiana la que las persiguió y aniquiló, los cazadores de brujas “coincidieron” con el crecimiento de la profesión médica masculina. El conocimiento de la sanación que había sido de incumbencia de la mujer desde tiempos antiguos se convirtió en dominio masculino. Con el desarrollo del fórceps se cristalizó la nueva profesión de ginecología. Las mujeres, que habían sido capaces de confiar en la sabiduría de las parteras para el conocimiento del control de la natalidad, el aborto, el embarazo y el dar a luz efectivamente y a salvo, fueron lanzadas al “cuidado masculino”, siendo consideradas sucias, contaminadas y desagradables, indignas de un tratamiento adecuado y hasta merecedoras de cualquier dolor que experimentaran. Estos nuevos doctores citaban textos bíblicos acerca del “pecado original” para convencer a las mujeres que debían soportar el dolor durante el parto.
La obstetricia, el arte femenino más antiguo, es hoy ilegal en muchos países o severamente restringido. La tasa de nacimientos a través de cesáreas ha aumentado bruscamente y los cirujanos muestran una avidez notable para despojar a las mujeres de órganos como pechos y úteros, precisamente los símbolos de nuestro antiguo poder.
¿Qué pueden hacer las mujeres? Tomar contacto con su energía sanadora y aprender a manejarla con la guía de otras mujeres que ya hayan pasado por la experiencia. Aprender a utilizar la energía de las enfermedades para “llenarse” de poder sanador. Del mismo, es necesario contactar con nuestra energía sexual. Cuando las mujeres honraban a la Diosa, a través de celebraciones eróticas, no había guerras ni violaciones. Cuando no danzamos por la Diosa las energías quedan retenidas, ya sea hundiéndonos en una depresión o explotando como un volcán.
A través de las prácticas chamánicas es posible encontrar y re-despertar nuestra divinidad suprimida y convertirnos en los seres poderosos que hemos nacido para ser.
Fuente: Vicki Noble, ´´Mujer Shakti´´ y ´´Madrepaz, un camino hacia la Diosa a través del mito, el arte y el Tarot´´.