
La Cruz del Sur es la más importante de todas las constelaciones del Hemisferio Sur. Desde siempre Ella ha sido considerada como una brújula en el cielo de la noche, utilizada como guía para no perder el camino, tanto por los viajeros que se movilizan en la tierra como en el mar. Puede vérsela como una punta de flecha que siempre mira hacia el Sur y sus cuatro estrellas (Alpha Crucis, Gamma Vía; Delta Crucis y Beta Vía) marcan las cuatro direcciones sagradas en las ruedas medicinales de muchos pueblos originarios, quienes la han representado también como un avestruz, de cuerpo ovalado con una cruz en el centro. Podemos encontrar algunas de estas representaciones en las pinturas rupestres encontradas en la Cueva de las Manos, así como en muchas otros sitios arqueológicos de la Argentina.
Muchos mitos de culturas antiguas, alrededor de todo el mundo, identifican a la Divinidad Suprema con la forma de un ave sagrada, de cuyos huevos surgieron el Cosmos y todas las criaturas. La Gran Ave-Madre para los celtas era Brighid, la Diosa-cisne. La lechuza es el símbolo de Palas Atenea, en la mitología griega. Los cuervos son los pájaros de la diosa de la Muerte, Morrigan…
De la misma manera, el avestruz (llamado también ñandú, suri o choike por los pueblos originarios) podría representar a la primitiva Diosa, antes de que la era patriarcal llegara también a estas tierras. Si buscamos en algunas de las leyendas que se refieren a la Cruz del Sur, encontramos que muchas culturas que habitaban Buenos Aires y la Patagonia, la veían como la huella de un enorme ñandú, que huía de las boleadoras de los cazadores, lo cual puede interpretarse como a la Diosa Ave buscando protección en el cielo, huyendo de sus perseguidores patriarcales.
También para los mocovíes, el ñandú huye de un perro que lo quiere destrozar, encuentra protección en el cielo y deja su huella marcada en las estrellas de la Cruz del Sur. Para los araucanos y los tobas, dos pueblos bastante distantes entre sí, la constelación “Saco de Carbón” representa el cuerpo del avestruz que se encuentra echado en el suelo, y la pata está compuesta por las cuatro estrellas de la Cruz del Sur. Muchos pueblos incluso vieron al ñandú en casi toda la Vía Láctea, “el gran río de los espíritus buenos”.
Pero también la Cruz del Sur ha sido honrada en otras latitudes, ya que en épocas pretéritas la constelación podía observarse desde algunos puntos del hemisferio Norte.
Plinio de Alejandría intentó basarse en ella para demostrar sus teorías sobre la redondez de la Tierra, en los años 23 al 79 de nuestra desde. En su libro «Naturalis Historia Liber», llama a la Cruz del Sur “Trono del César”. Aunque, según Alberto Martos Rubio, autor de «Historia de las Constelaciones», la cruz ansada o Ankh (llave de la Vida y símbolo de Isis), podría tener su origen en esta constelación, que permaneció visible en los cielos del Hemisferio Norte hasta el año 2.800 anterior a nuestra era, según lo indican Nicholas Mann y Philippa Glasson en su libro: “El Templo de las Estrellas de Avalon”.
Para las tribus australianas de los Cornu y los Narrinyeri, la Vía Láctea era también un río de suma importancia, ya que marcaba el pasaje entre los mundos: entre la vida y la muerte. En el centro de Australia, se consideraba a esta constelación, como la «Pata del Águila», lo cual en cierta forma se parece a la visión que de la Cruz, tenían los pueblos de Sudamérica, que la veían como la «Pata del Suri» y se encuentra plasmada en las banderas de muchos estados.
Mann y Glasson la llaman: “Southern Vesica” (la “Vesica del Sur”) y afirman que su forma puede estar relacionada a la Diosa pre-celta, Sheela Na Gig, formando no una cruz sino la vulva de la Diosa. Ellos comentan que Américo Vespucio fue el primer europeo en volver a ver esta constelación en miles de años y que nunca la identificó con una cruz sino con una “mandorla”, es decir, con forma de almendra. “Como mandorla o vesica, la constelación puede ahora ser reconocida como un antiguo símbolo de la Divinidad Femenina”, aseguran y agregan que la forma de óvalo escalonado de Tor, la colina sagrada de Avalon, le fue dada en forma artificial como un modo de representar esta figura sagrada, a la vez que para poder seguir viéndola, a medida que el eje de rotación de la tierra iba cambiando y haciéndola menos visible hasta desaparecer.
Andrew Collins, en “El Misterio de Cygnus”, marca la importancia de la Cruz del Sur y la Cruz del Norte o Cygnus, también conocida como “la Constelación del Cisne”, marcando los extremos Sur y Norte de la Vía Láctea, como pasajes entre los mundos: entre la vida, la muerte y el renacer.
Brighid, el cisne, en el norte y Chak-Anna, el choike, en el sur, pueden ser vistas como las guardianas divinas de los portales dimensionales mediante los cuales las almas ingresan y se retiran del plano terrenal.
De esta manera, en la nueva -pero de bases muy antiguas- tradición de Chak-Anna, Ella es nuestra Diosa, en forma de constelación, la Divinidad que nos guía desde el cielo (Hannan Pacha) de la Cruz del Sur y es, al mismo tiempo, nuestro portal de iniciación en el Warawara Hawira, o “Río de Estrellas”, como llamaban los pueblos andinos a la Vía Láctea.
Cuando nos preparamos para convertirnos en Sacerdotisas de la Diosa de la Cruz del Sur, Chak-Anna es la Diosa en el centro de la Rueda Sagrada que lleva Su nombre y que es la base de todas las ceremonias celebradas por las Sacerdotisas y Sacerdotes de la Diosa de la Cruz del Sur.
De esta manera, comenzamos a cumplir las profecías de que somos las mujeres quienes rescataremos la antigua sabiduría. Y debemos ser también sus guardianas, para que no vuelva a ser profanada, oculta ni relegada:
DICE CHAK-ANNA:
“Encuéntrame
en el útero
oscuro y estrellado,
en el manto
del cielo.
Báñate en mi luz
y déjate guiar
por mí
señalando
siempre
el Sur
con mi punta de flecha.
Descubre la profecía
en el sino de los tiempos
y el destino final
que es mi morada
y el hogar
del cual partiste
y donde aún…
… te espero”.
Ella es el principio y el fin y es también la Rueda en la cual giran nuestras almas y el Universo todo. Es una Diosa sin rostro y Sus misterios femeninos parecen haber sido olvidados, perdidos en la noche de los tiempos. Hoy nos toca a las mujeres nacidas en esta tierra el volver a recuperarlos. Y tú puedes contribuir mucho, entrando en contacto con Ella diariamente, y permitiendo que Ella misma sea quien te susurre al oído Sus historias, del mismo modo que lo ha hecho conmigo, inspirándome a escribir este libro que tienes hoy entre tus manos para recrear Sus tradiciones sagradas.
SANDRA ROMÁN, framento del libro DE AVALON A LA CRUZ DEL SUR