Diosa Celtas

Diosas de Avalon

La cultura celta impacta tanto en nosotras porque se trata de uno de los pocos vestigios vivientes de los antiguos cultos en honor a la Diosa, que nuestras ancestras europeas celebraban antes de que se “importara” la nueva religión cristiana desde el Cercano Oriente, expandiéndola por todo el territorio europeo. Vemos entonces de qué manera el cristianismo es considerado una religión “occidental” cuando no es exactamente así. Las religiones occidentales eran las culturas originarias de Europa, que fueron arrasadas primero por los invasores de la Era de Aries y luego por la tradición judeo-cristiana.

Las diosas celtas nos recuerdan nuestra esencia femenina en estado puro. Ellas son madres, amantes voluptuosas y guerreras despiadadas. Disparan en nosotras un antigua reminiscencia de bosques sagrados y hierbas sahumadas en el calor del hogar, alrededor del cual alguna vez nos hemos sentado junto a nuestras abuelas para escuchar sus historias o para coser muñecas.

Ellas son magas, hechiceras y brujas. Y su seducción vuelve a nosotras a través de “morganas” modernas como Enya o Lorena MacKennitt, cada vez que escuchamos sus hermosas melodías. No es casual que la música de esta última haya sido la elegida para la miniserie “Las Nieblas de Avalon”, basada en el libro homónimo de Marion Zimmer Bradley.

Todas quienes hemos leído esa apasionante novela -la única versión de la saga arturiana que refleja con exactitud la lucha entre la religión de la diosa y la impuesta por los pueblos invasores- nos hemos sentido hipnotizadas por su magia. En el fondo de nuestro corazón, algo volvió a despertarse con esa lectura, el recuerdo de una isla que aún existe, oculta entre las nieblas misteriosas de nuestra fascinante alma femenina.